Terry Gilliam
vuelve a sorprendernos, en este caso con una visión histriónica
basada en una realidad distópica, completamente delirante. Más
adelante volvería a retomar el tema con
Twelve monkeys (Doce Monos),
aunque en este film no encontramos una imaginería tan rica, ni
tampoco el sentido del humor cáustico que caracterizan a Brazil.
La trama surge a
partir de un error al procesarse la información (una mosca cae en el
mecanismo de impresión de la documentación referente a un
delincuente); este "error" origina una cadena de sucesos
alucinantes donde se ve involucrado un burócrata muy peculiar, un
soñador que pugna a diario por no sucumbir al hastío de su
aburrida y vacía existencia.
En esta película
asistimos a la materialización del fenómeno de la Systemtheorie:
según la cual, las sociedades tecnocráticas disponen de una
capacidad de reajuste que les permite ser invulnerables a los
opositores del sistema. Las huelgas y crisis, por ejemplo el paro o
la acción de individuos por vivir ajenos al sistema son inútiles.
La única alternativa es la supevivencia en los intersticios del
sistema (actuar como agentes de caos, causar entropía) como el
reparador del sistema de calefacción interpretado por Robert
de Niro
que actúa como superhéroe clandestino al enfrentarse a los otros
reparadores. En esta sociedad incluso los protocolos y técnicas para
reparar sistemas de calefacción son controlados por quienes detentan
el poder, no existe la libre competencia. La verdad es que no
dista mucho de la actual situación con el monopolio de Microsoft y
los softwares ¿verdad?.
En
la sociedad que dibuja el filme, la sangre capitalista es la
información, en este caso la agencia gubernamental que controla el
statu quo utiliza un inmenso sistema burocrático donde el ciudadano
se ve obligado a rellenar ridículos formularios para todo y donde se
aplica la tortura con los disidentes al régimen.
El mundo
hipertecnologizado convive con la más extrema pobreza y la ausencia
de leyes, así como la aplicación de castigos totalmente arbitraria.
No existen en Brazil ni tan siquiera derechos
inalienables.
El individuo es un
pelele manejado al antojo del enorme sistema burocrático, un Gran
Hermano
despótico, coercitivo y sádico que disfruta con la tortura y la
confusión de sus ciudadanos.
El antihéroe, el
burócrata soñador y enamoradizo, se enfrenta al sistema pero no
tiene pretensiones de cambiarlo por otro que sea más
justo; así, nuestro protagonista se involucra por un motivo
totalmente egoísta, conocer y salvar a la mujer de sus sueños, que
está encarnada en la vecina
que denuncia la detención errónea originada por la "mosca suicida".
que denuncia la detención errónea originada por la "mosca suicida".
La sociedad orgánica
planteada por Guilliam llega incluso a reelaborar la historia para
controlar a la masa, como ya sucedía en 1984
de Orwell,
o como sucedía en Fahrenheit
451 de Bradbury,
donde se llegaba a destruir/quemar libros para amputar la capacidad
crítica de sus ciudadanos.
Brazil supone una
pieza única, una inolvidable visión de un mañana soberbiamente
sórdido.
"El
Apocalipsis había llegado, silencioso, decadente, sin bombas
atómicas ni estallidos sociales, conjugando un mundo
hipertecnologizado con un paulatino deterioro de las condiciones de
vida".
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