lunes, 29 de abril de 2013

El anticristo cinematográfico: La pornografía de la violencia (I parte)




"La crueldad, muy lejos de ser un vicio,

es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza;

el niño rompe su sonajero,

muerde la teta de su nodriza,

estrangula a su pájaro,

bastante antes de tener la edad de razonar"

Marqués de Sade


Bienvenidos al reino de la crueldad, de la violencia y de los actos más viles. Coged mi mano y dejaros arrastrar hacia un compendio vital, el mío, donde repasaré aquel material audiovisual que ha dejado una impronta imborrable en mí; una huella profunda, casi un estigma marcado a fuego en mi retina por la apisonadora de éticas, morales y consciencias más terrorífica de todas: la violencia. ¿Qué me propongo con este ensayo, reflexión o compendio vital? Me propongo encontrar la respuesta a una complicadísima pregunta: ¿Cuándo el espectáculo de lo prohibido deja de ser admisible?... es decir, encontrar un límite, una barrera (si es que las hay) que no debería ser cruzada por los realizadores, ni tampoco por los espectadores; no olvidemos que estos últimos se convierten en partícipes del discurso audiovisual con el simple hecho de ver una película.

Empecemos entonces. La idea de realizar este recorrido nació después de visionar Martyrs, devastador film que ahonda (casi como el taladro ahondaba en el cráneo cuando los médicos practicaban una lobotomía) en la capacidad del ser humano de soportar abusos, torturas y vejaciones de todo tipo.





La historia arranca con la fuga de una niña-adolescente después de haber sido secuestrada, aislada y torturada durante un período indeterminado de tiempo. En su desesperada huída hacia la supervivencia no puede ayudar a otra víctima que, como ella, estaba siendo objeto de vejaciones continuadas. Ese hecho la atormentará hasta el punto que su mente crea un monstruo o ser decadente (claro heredero de los seres extraños que atormentan a los protagonistas en las historias de la corriente oriental tipo The Ring o The Grudge). Esta abominación de la chica que no pudo rescatar, la persigue y lastima como venganza por no haber sido liberada.



La superviviente se unirá fuertemente a otra niña que conocerá en un orfanato y que la ayudará, una vez adultas, a encontrar el emplazamiento y los autores de la barbarie a la que fue sometida de pequeña. Encuentran el lugar y en él a otra víctima, esta vez las torturas han consistido en clavar en la cabeza del sujeto un casco de hierro que además de oprimirle terriblemente la cabeza, le impide ver; alrededor del cuerpo le han enrollado el típico alambre que sirve para evitar intrusos en las propiedades… su imagen nos recuerda a la de un cenobita, uno de los seres que habitan el inframundo y se nutren del dolor y el placer ajenos en la saga Hellraiser.

Las películas de esta saga se inspiraron en la novela homónima de Clive Barker, en ella aparecen torturas, mucha sangre y mucha carne (casquería como solemos nombrar los apasionados del gore a este tipo de secuencias sangrientas), pero las torturas en este caso residen claramente en un mundo de ficción, en el universo de lo fantástico, del relato, de aquello que, a pesar de ser a veces verosímil, nunca creeremos que nos pueda llegar a suceder a nosotros (los espectadores). Esta distancia que el espectador es capaz de construir frente a la violencia que emana de las imágenes es lo que distingue al tipo de filmes como Hellraiser del tipo de filmes tipo Martyrs.

La sublimación de la violencia a través de varios recursos, en este caso a través de un esteticismo muy elaborado, permite al espectador alejarse del acto violento; otro de estos mecanismos es la irrisión, la burla o el esperpento de la violencia, en la próxima entrega hablaremos de él y nos centraremos en uno de sus mayores exponentes, Quentin Tarantino.




Otro film que querría destacar en la línea de Martyrs es Irreversible (2002) de Gaspar Noé, una película francesa que causó una enorme polémica por su contenido de un alto voltaje violento, exageradamente explícito y realista. En su metraje y discurso encontramos un plano secuencia de alrededor de 20 minutos en el que somos partícipes de una violación, en Martyrs encontramos un plano secuencia parecido, pero en este caso con una ininterrumpida sesión de torturas y vejaciones varias. Pero Irreversible plantea la acción al revés, como ya lo hizo Memento; la acción narra una venganza pero ya inútil porqué el tiempo y los actos son irreversibles. Esta estructura del film es inherentemente moral, porque al presentar la venganza antes de los actos que la inspiran, los espectadores están forzados a asimilarla primero y luego a pensar más profundamente acerca de sus implicaciones.

En Irreversible además todo es grotesco des de un buen principio, los ambientes nocturnos y los personajes que los habitan; los ángulos asfixiantes y el ritmo frenético de los sucesos, esto no le resta verosimilitud al planteamiento pero si permite al espectador distanciarse hasta cierto punto de la acción. En Martyrs, en cambio, no existe ningún recurso del que el espectador se pueda aprovechar para protegerse, esconderse frente a la crudeza de la que está siendo partícipe, esta película es un claro ejemplo de lo que yo denomino cine-rechazo, es decir, aquel tipo de films que arrastran al espectador hasta el límite de lo soportable.

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