"La
crueldad, muy lejos de ser un vicio,
es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza;
el niño rompe su sonajero,
muerde la teta de su nodriza,
estrangula a su pájaro,
bastante antes de tener la edad de razonar"
es el primer sentimiento que imprime en nosotros la naturaleza;
el niño rompe su sonajero,
muerde la teta de su nodriza,
estrangula a su pájaro,
bastante antes de tener la edad de razonar"
Marqués de
Sade
Bienvenidos al reino de la crueldad, de la violencia y
de los actos más viles. Coged mi mano y dejaros arrastrar hacia un compendio
vital, el mío, donde repasaré aquel material audiovisual que ha dejado una
impronta imborrable en mí; una huella profunda, casi un estigma marcado a fuego
en mi retina por la apisonadora de éticas, morales y consciencias más
terrorífica de todas: la violencia. ¿Qué me propongo con este ensayo, reflexión
o compendio vital? Me propongo encontrar la respuesta a una complicadísima pregunta:
¿Cuándo el espectáculo de lo prohibido deja de ser admisible?...
es decir, encontrar un límite, una barrera (si es que las hay) que no debería
ser cruzada por los realizadores, ni tampoco por los espectadores; no olvidemos
que estos últimos se convierten en partícipes del discurso audiovisual con el
simple hecho de ver una película.
Empecemos entonces. La idea de realizar este recorrido
nació después de visionar Martyrs, devastador film que ahonda (casi
como el taladro ahondaba en el cráneo cuando los médicos practicaban una
lobotomía) en la capacidad del ser humano de soportar abusos, torturas y
vejaciones de todo tipo.
La historia arranca con la fuga de una
niña-adolescente después de haber sido secuestrada, aislada y torturada durante
un período indeterminado de tiempo. En su desesperada huída hacia la
supervivencia no puede ayudar a otra víctima que, como ella, estaba siendo
objeto de vejaciones continuadas. Ese hecho la atormentará hasta el punto que
su mente crea un monstruo o ser decadente (claro heredero de los seres extraños
que atormentan a los protagonistas en las historias de la corriente oriental
tipo The Ring o The Grudge). Esta abominación de la chica que no
pudo rescatar, la persigue y lastima como venganza por no haber sido liberada.
La superviviente se unirá fuertemente a otra niña que
conocerá en un orfanato y que la ayudará, una vez adultas, a encontrar el
emplazamiento y los autores de la barbarie a la que fue sometida de pequeña.
Encuentran el lugar y en él a otra víctima, esta vez las torturas han
consistido en clavar en la cabeza del sujeto un casco de hierro que además de
oprimirle terriblemente la cabeza, le impide ver; alrededor del cuerpo le han
enrollado el típico alambre que sirve para evitar intrusos en las propiedades…
su imagen nos recuerda a la de un cenobita, uno de los seres que habitan
el inframundo y se nutren del dolor y el placer ajenos en la saga Hellraiser.
Las películas de esta saga se inspiraron en la novela
homónima de Clive
Barker, en ella
aparecen torturas, mucha sangre y mucha carne (casquería como solemos nombrar
los apasionados del gore a este tipo de secuencias sangrientas), pero las
torturas en este caso residen claramente en un mundo de ficción, en el universo
de lo fantástico, del relato, de aquello que, a pesar de ser a veces verosímil,
nunca creeremos que nos pueda llegar a suceder a nosotros (los espectadores).
Esta distancia que el espectador es capaz de construir frente a la
violencia que emana de las imágenes es lo que distingue al tipo de filmes como Hellraiser
del tipo de filmes tipo Martyrs.
La
sublimación de la violencia a través de varios recursos, en este caso a través
de un esteticismo muy elaborado, permite al espectador alejarse del acto
violento; otro de estos mecanismos es la irrisión, la burla o el esperpento de
la violencia, en la próxima entrega hablaremos de él y nos centraremos en uno
de sus mayores exponentes, Quentin Tarantino.
Otro film que querría destacar en la línea de Martyrs
es Irreversible (2002) de Gaspar
Noé, una película francesa que causó una enorme polémica por su
contenido de un alto voltaje violento, exageradamente explícito y realista. En
su metraje y discurso encontramos un plano secuencia de alrededor de 20 minutos
en el que somos partícipes de una violación, en Martyrs
encontramos un plano secuencia parecido, pero en este caso con una
ininterrumpida sesión de torturas y vejaciones varias. Pero Irreversible
plantea la acción al revés, como ya lo hizo Memento; la acción
narra una venganza pero ya inútil porqué el tiempo y los actos son
irreversibles. Esta estructura del film es inherentemente moral, porque al
presentar la venganza antes de los actos que la inspiran, los espectadores
están forzados a asimilarla primero y luego a pensar más profundamente acerca
de sus implicaciones.
En Irreversible además todo es
grotesco des de un buen principio, los ambientes nocturnos y los personajes que
los habitan; los ángulos asfixiantes y el ritmo frenético de los sucesos, esto
no le resta verosimilitud al planteamiento pero si permite al espectador
distanciarse hasta cierto punto de la acción. En Martyrs, en
cambio, no existe ningún recurso del que el espectador se pueda aprovechar para
protegerse, esconderse frente a la crudeza de la que está siendo partícipe,
esta película es un claro ejemplo de lo que yo denomino cine-rechazo,
es decir, aquel tipo de films que arrastran al espectador hasta el límite de lo
soportable.
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